Dedico unas palabras a mi querido abuelo.
El aire te falta,
la vida se te escapa,
poco a poco te vas,
mientras los demás a tu alrededor
te lloramos.
De pronto saltas,
al abismo de lo desconocido,
aquí nos quedamos nosotros
llenos de dolor y de tristeza.
A pesar del ruido,
me doy cuenta de que cantan los pájaros,
me acerco a la ventana,
contemplo las jaulas de manera
que tú mismo hiciste con tus manos
y escucho a tus canarios
cómo me hablan.
Las lágrimas brotan de mis ojos,
pero siento alegría por ti,
porque sé que vives
no sólo en nuestros corazones,
si no también en estos cantaores,
que durante años cuidaste con tanta ilusión.
Cuando ya no podías tenerlos,
a mi marido y a mí nos los encomendaste.
No vi yo entonces,
el gran regalo que me hacías.
Tus pájaros cantan hoy abuelo,
en medio del miedo y de la pena,
inundando mi hogar y mi corazón
de alegría y de paz
pues en ellos vives Tú
y en ellos veo yo
la vida después de la vida.
Gracias Papa Manuel,
Tu nieta que te quiere, Luz María.
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