Ayer domingo viví una experiencia muy significativa para mí.
Una vez más compruebo lo efímera que es
la vida y lo vulnerable que en realidad es el ser humano, físicamente hablando.
Iba sola en mi coche conduciendo muy tranquila cuando en
cuestión de segundos tuve que parar rápidamente y salir corriendo del mismo.
En un instante tu vehículo pasa de ser un entorno seguro y
confortable a convertirse en una posible jaula mortal.
A más de 100 km/h empezó a dar tirones, perder piezas y
echar humo.
Frené lo antes posible, paré el coche y salí corriendo
alejándome a marcha expres.
Desde una distancia considerable, daba gracias una y otra vez, expectante ante lo que pudiese suceder. El panorama más dantesco de ver el coche
ardiendo era una posibilidad pero yo respiraba hondo para calmar mi temblor y
el miedo en el cuerpo mientras repetía en voz alta incluso “Gracias, gracias,
estoy viva y estoy bien”.
Resultan curiosas y llamativas las reacciones de personas
cercanas a mí.
“Te has cargado el coche
y con el seguro recién pagado.
¿Ahora qué vas a hacer sin coche?”
“Jope, qué mala pata
lo del coche, lo siento mucho”
-
- " Eo, estoy bien gracias. No os preocupéis".
Algunos destacaron positivamente “ ¿Cómo estás? ¿Te puedo ayudar en algo?”
Lo más sorprendente de todo fue la reacción de mis
hijos: “ Mamá, ¿cómo te saliste del
coche sin coger tu bolso? Te dejaste el
móvil, la cartera con dinero, las llaves de la casa … si hubiera explotado el coche lo habrías
perdido todo”.
Mi hiija de 9 años dice que se no se hubiera salido sin su
mochila con sus cosas, máxime si llevara dinero. Mi hijo de 7 años dice que se lo pensaría.
A fin de cuentas,
unos segundos más que menos en coger algo o pensar …
Reconozco que pensé en mi bolso un instante pero no miré
para atrás, no gasté ni un segundo en
llevarme nada. Sólo me llevé a mi misma,
eso es lo único realmente importante, al menos para mi.
No sé si es porque yo lo he vivido en primera persona y la
emoción del momento me embarga, pero me
desconcierta cómo damos tanto por hecho que la persona está bien que ni lo
apreciamos valorándolo, pasamos
directamente a lo que parece un problema o una jugarreta de la vida. Creo que aquí se pone de manifiesto la visión
optimisma o pesimista de cada uno, así
como las prioridades . Según pienses así
verás la realidad.
Grave error pasar por alto el valor que tiene estar bien y
además sin un rasguño. Semejante hecho
no debería darse por hecho, pues en
muchos casos no sucede así, y menos aún
pasar desapercibido.
La vida se te escapa en un segundo.
Gastamos un tiempo precioso que ya nunca vuelve intentando
salvar nuestras pertenencias para llevarnoslas con nosotros, no sé a dónde la
verdad, sin darnos cuenta de que en ello
se nos va precisamente la misma vida.
Todos sabemos que nos vamos a morir, pero se nos olvida con demasiada
facilidad. Cuando algún familiar o allegado
fallece estamos conmocionados unos días,
parece que apreciamos más el hecho de estar vivos, pero luego volvemos a la rutina y a sentirnos inmunes a algo tan real y certero
como que nos vamos a morir.
En ese momento,
cuando llegue, tengas lo que
tengas, nada de eso te va a servir ni te
va a hacer falta para irte.
Que mis hijos tan pequeños tengan ya tanto apego a las cosas
materiales me sobrecoge. Me pregunto qué generación futura estamos creando.
Anoche al acostarlos me inventé una pequeña historia que
pienso repetirles a menudo para que la recuerden siempre. Quizás si ellos vivien algún incidente
crítico lo tengan ya tan integrado que no pierdan ni un segundo en querer
llevarse nada. Ese segundo de más o de menos, puede marcar la diferencia entre estar vivo o muerto.
Puedes ganar dinero, perderlo, volverlo a ganar y perderlo
de nuevo. El dinero como otras
cuestiones materiales son cosas que van y vienen.
Pero si pierdes tu vida,
el juego se acaba para ti.
Hoy especialmente celebro la vida y celebro que estoy vivía y si estás leyendo estas palabras, celebro que tú también lo estás.
Nos conviene recordar que vivimos de alquiler. Las cosas materiales están para usarlas y
disfrutarlas, pero las tenemos sólo
temporalmente mientras estamos aquí.
Están para enriquecer nuestra vida, no para limitarla.
Cuando las cosas nos resultan más importantes que la vida de
otras personas, o peor aún, que la nuestra propia, bien podríamos reflexionar sobre nuestros
valores y prioridades.
Ante la bolsa y la vida,
yo elijo siempre LA VIDA.
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