Esta frase me la repetía con
frecuencia un amigo con el que conversaba de vez en cuando sobre La
Biblia. Yo me revelaba enfadada cada vez
que me la decía, pues reconozco que la
palabra pecar y sus derivadas tienen connotaciones negativas para mí.
En aquel momento no veía la
sabiduría de esta frase, no sé hasta qué
punto la veo ahora pero creo que la entiendo algo más.
Cuando una persona vive en
armonía y tiene confianza en ella misma y en la vida, Dios, la providencia o en
el nombre que queramos ponerle, esa persona
vive plenamente y es feliz. Además está
más sana y todo le va mucho mejor.
En cambio, cuando permitimos que las dudas, las preocupaciones y los temores inunden nuestra
mente, corazón y cuerpo, comprobamos como cada vez nos sentimos peor
en todos los sentidos.
Bruce Lipton en su libro La
Biología de la Creencia habla de dos estados que experimentan las células del
cuerpo humano. Uno de ellos es el de
expansión, en este estado la célula se
comporta de manera óptima, es
decir, funciona plenamente. Se relaciona con el medio exterior, intercambia los elementos, cumple su función específica …. Las células manifiestan este estado cuando la
persona se encuentra en paz, armonía y confianza.
El otro estado es el de contracción, en éste,
las células se contraen, dejan de
intercambiar, es como si guardan por lo
que suceda después, no se relacionan
igual con el exterior, y por
supuesto, su funcionamiento dista mucho
de ser óptimo. Las células manifiestan
este estado cuando la persona se encuentra con miedo, incertidumbre y otras emociones negativas
como ira, rencor, pena, etc.
Es curioso cómo la ciencia cada
día comprueba más lo que parecían ser frases sin mucho sentido, al menos,
para mi.
Si nos vemos a nosotros
mismos, nos comportamos igual que
nuestras células. Cuando nos sentimos en
armonía, nos relacionamos bien con los
demás, compartimos, damos, recibimos, todo fluye con naturalidad y armonía.
En cambio, cuando albergamos emociones negativas nos
aislamos de los demás, nos
contraemos, dejamos de compartir, no damos porque hay que guardar, tenemos miedo, desconfianza hacia los demás y hacia la vida
misma, etc. Llegamos a enfermar no solo
físicamente, si no también mental y
emocionalmente, hasta nuestras
relaciones con los demás se estropean.
Sé que confiar hoy día es tarea
complicada, sobre todo, porque hemos creado tantos laberintos en
nuestra mente para crear problemas que dejarse caer y confiar parece casi
imposible. Y digo parece.
Me viene una dinámica grupal que
he hecho en algunos cursos para fomentar la unión entre las personas. No sé bien el nombre pero podría llamarla “círculo
de confianza”, quizás sea ese. Consiste
en ponerse de espaldas al grupo de compañeros y dejarse caer. A todo el mundo no le resulta fácil
hacerlo, de hecho, hay personas que se cierran en banda. No tienes la certeza de que tus compañeros te
vayan a sujetar pero una cantidad considerable elige confiar en que así
será; y normalmente, así suele pasar. Te dejas caer y tus compañeros en grupo te
sujetan. La experiencia es muy
agradable, uno experimenta una unión y
cercanía con los otros muy linda.
Llevo años repitiendo un mantra
personalmente y se lo he transmitido a muchas personas en la consulta: “Yo respiro,
Yo me relajo, Yo Confío”. Al principio estas palabras pueden no decir nada, pero cuando las dices varias veces en un
estado de relajación sincronizando la respiración con la repetición mental de
las frases, es como un entrenamiento que en los momentos críticos
funciona. Te lo aseguro por experiencia
propia.
A veces suelo visualizar un
laberinto en el que doy vueltas y vueltas,
sé que es mi locutor de radio como suelo llamar al hemisferio izquierdo
que no calla. Me veo andando,
recorriendo los distintos caminos pero llegando siempre a lugares sin
salida. Siento la desesperación, mi mente no para porque no encuentra
soluciones. La pobre en ese estado no
puede hacer mucho. Entonces, esté donde
esté comienzo a respirar y repetir estas frases “Yo respiro, Yo me relajo,
Yo Confio”.
Cuando respiras conscientemente un
tiempo mínimo, todo cambia de
color, sobre todo, cuando estás entrenado, lo compruebas con
mucha facilidad. Ahí es cuando
visualizo como una pared del laberinto se derrumba o una puerta se abre y veo
una salida. Una que estaba ante mis ojos
pero que con la desesperación, la duda y
el temor no veía.
Al ser humano le cuesta muchísimo
saltar al vacío y dejar de controlar.
Quiere tenerlo todo amarrado y sufre porque es imposible controlar todo lo
que sucede, más aun lo que todavía no ha
sido creado pues está en el futuro.
Buscamos garantías, seguridades y
siempre terminamos en el sufrimiento porque nos metemos en ese laberinto sin
salida.
Sólo encontramos la salida cuando
nos relajamos, nos abrimos a confiar y
nos entregamos a fluir con la vida.
Puede que la imagen de tus
células expandiéndose o contrayéndose te sea útil la próxima vez que empieces a
temer o a dudar.
Puede que mi mantra “Yo
respiro, Yo me relajo, Yo Confio”,
te venga como anillo al dedo y después de practicarlo varias veces notes
sus efectos. Recuerda que esto es un
aprendizaje que hay que realizar con frecuencia y constancia para
interiorizarlo y que funcione cuando lo necesites.
Quizás la imagen de dejarte caer
de espaldas o lanzarte al vacío con la confianza de que todo saldrá bien y
tendrás lo que necesites cuando necesites,
te ayude a confiar más y fluir con la vida viviéndola en expansión.
Sea como fuere, recuerda que en el momento en que siembras
una semilla de duda, miedo, preocupación o cualquier otra cualidad negativa a
través de un pensamiento, te alejas del
camino natural de bienestar al que tienes derecho y está para ti siempre.
A menudo cuando veo que me alejo
del camino y empiezo a dudar, preocuparme y demás, me
digo a mi misma una frase muy conocida que
Jesús le dijo a Pedro “Hombre de poca fe,
¿por qué dudaste?. Soy humana y es
comprensible que duda, pero esto me
ayuda a elegir de nuevo confiar.
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