lunes, 14 de julio de 2014

Practicar el Arte de no hacer nada

He hablado en muchas ocasiones de este tema y muchas personas piensan de entrada en hacer tumbing, perritis aguda, año sabático, vivir del cuento … Nuestra mente utilitaria y siempre enfocada en hacer muchas cosas no lleva bien, por no decir, que no entiende eso de pararse y no hacer nada.
Si no fuera por las clases de meditación que doy y que me han obligado a ponerme de lleno antes de enseñar o mejor dicho, transmitir. No hubiera tenido el inmenso placer de descubrir este arte, más bien recordar. Debo decir también que una chica en concreto, me ha reflejado siempre que la veo el mensaje de “no hagas nada más que ser este momento”. Gracias Carolina !!
Yo diría que este arte lo conocemos, sólo que lo hemos olvidado, de hecho si observamos a los niños podemos comprobar cómo ellos se quedan absortos en muchos momentos y no están haciendo nada desde un punto de vista práctico. Por eso, esto es algo que podemos recordar y hacerlo más presente de nuevo en nuestras vidas a través de la práctica.
Creo que todos hemos vivido en algún momento cuando alguien en teoría superior a nosotros y con cierta autoridad nos ha dicho lo que teníamos que hacer. Con urgencia parecía que debíamos actuar de determinada manera.
Pues cuando crecemos, ya no necesitamos que papá o mamá sigan estando ahí para ordenarnos, ya tenemos en nuestro propio interior una voz, a veces, autoritaria y, otras, muy bien camuflada en aparente nobleza que nos hace creer, y repito, creer que tenemos que hacer algo; como resolver un problema, satisfacer una necesidad, encontrar una solución, alcanzar un objetivo, luchar por conseguir lo que queremos , entender una situación, hallar una respuesta, bla bla bla.
Es tan fácil reírse de esa voz y responderle como cuando nos hemos revelado ante los padres y decir: “ pues no me da la real gana, ea ¡! “ y no hacer lo que se espera.
Observamos cómo algo corroe por dentro tratando de conseguir que actuemos pero también va diluyéndose cuando no respondes a la demanda.
No hace falta retirarse unas horas diarias para meditar, ni irse a ningún lugar especial, es algo que se puede hacer en cualquier momento, de hecho, cuando se observa esa urgencia casi imperiosa de tener que moverse, tener que actuar porque parece que si no, el mundo se va a caer. Ahí es cuando la persona puede elegir pararse unos minutos y observar cómo nada es tan importante como parece.
También conviene recordar que sólo desde ese estado de calma la mente se vuelve receptiva y, por lo tanto, cobra su capacidad creativa para precisamente de manera natural encontrar las respuestas y las soluciones que andamos buscando. Resulta irónico pero siempre digo que en este mundo irreal, nada es lo que parece ser, y de hecho, todo está al revés.Para mi, el camino no es pensar tanto ni hacer tantas cosas como siempre hemos creído, si no más bien, calmarse, a pesar de que todavía hoy prima ir corriendo y estresado todo el tiempo, estado en el que menos eficaces y productivos somos en todos los sentidos.
Por poner un ejemplo que me resulta cercano, he visto a muchos “autónomos” emprender su trabajo y volverse locos llenando su agenda de actividades diarias. Recorrer lugares, llamar a muchas puertas y hacer un sobre esfuerzo que luego les pasa factura. En cierta forma, yo también lo he vivido, por eso diría que no es el mejor camino. Hace mucho tiempo aprendí que es tan importante o más crear consciente y deliberadamente a través de la visualización antes de salir a casa, que irse corriendo a la calle a probar suerte cada día.
Desde mi punto de vista, a pesar de los numerosos ejemplos y argumentos que las personas me cuentan a diario, el único problema que tenemos es creer que tenemos un problema y cuando alguien empieza a pararse, respirar y no hacer nada más que eso durante al menos unos minutos, con bastante rapidez se da cuenta de que todo cambia de color y de que el problema que antes veía, ya no es tal. Como eso, todo, llamémoslo problema, enfermedad, injusticia, conflicto, peligro, etc.
El único error es creer que tenemos que hacer algo, cuando en realidad y desde mi forma de percibir, lo mejor que podemos hacer es precisamente, no hacer nada.
Sólo en ese estado de calma observas que lo único que ocurre es que estás viviendo tus propias creencias, nada más.

Fluir con la vida es mucho más fácil y rentable que luchar contra ella.

No hay comentarios: