A lo largo del día, cada dos por tres, me paro aunque sólo sea por un
minuto y presto atención a mi respiración. Hago un barrido rápido
repasando mi cuerpo y procuro soltar si percibo alguna tensión.
Entonces, observo como si viera desde la esquina de una gran sala, y me enfoco en la perfección de la vida, esa que subyace siempre bajo el aparente caos y confusión. Esa que nunca deja de existir aunque mi mente me lleve a creer lo contrario.
A menudo recuerdo las palabras con las que empieza El Kybalion
LAS PUERTAS DE LA SABIDURÍA SE ABREN A LOS OJOS QUE QUIEREN VER Y LOS OIDOS QUE QUIEREN ESCUCHAR.
LAS PUERTAS PERMANECEN SELLADAS PARA LOS OJOS QUE NO QUIEREN VER Y LOS OIDOS QUE NO QUIEREN ESCUCHAR.
Entonces, observo como si viera desde la esquina de una gran sala, y me enfoco en la perfección de la vida, esa que subyace siempre bajo el aparente caos y confusión. Esa que nunca deja de existir aunque mi mente me lleve a creer lo contrario.
A menudo recuerdo las palabras con las que empieza El Kybalion
LAS PUERTAS DE LA SABIDURÍA SE ABREN A LOS OJOS QUE QUIEREN VER Y LOS OIDOS QUE QUIEREN ESCUCHAR.
LAS PUERTAS PERMANECEN SELLADAS PARA LOS OJOS QUE NO QUIEREN VER Y LOS OIDOS QUE NO QUIEREN ESCUCHAR.
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