El
tercer día puse los pies en el suelo dando las gracias como cada mañana
pero algo diferente había. Lágrimas caían sin cesar, no me preguntes por
qué. No sabría encontrar una explicación.
En la meditación matutina, contemplaba las montañas y daba las gracias por poder ver más allá de ellas, por limpiar mi mirada que es la única imperfecta.
Deseaba soltar, limpiar, sanar, porque sabía que en mi interior está la clave, en mi forma de pensar y de percibir la realidad.
Me pasé la mañana llorando, a penas comí ( para lo que me gusta habitualmente ) y cantaba al aire el mantra "Sa ta na ma" con el deseo de limpiar y renovar.
Estas palabras son las únicas que he escrito en toda mi estancia:
Brotan lágrimas
Los párpados caen
Y al abrirse
Una nueva mirada emerge
El día fué transcurriendo con tranquilidad, de hecho, en esa tarde fué cuando experimenté mi caminata serena y de gran distancia.
El tiempo curiosamente fue cambiando desde mi llegada. desde calor hasta fresco muy considerable, y en esa noche, la última, otro regalo nos deleitó.
Comenzó a llover, algo que Juan no recuerda haber vivivdo nunca en pleno agosto.
Era una lluvia serena, suave, agradable, iba empapando el lugar, mojando nuestras mejillas, limpiando nuestro ser, alimentando la tierra que desprendía un agradable olor a mojada, llenando de vida los olivos, las flores ... y nuestros corazones.
Una llovizna que duró horas y que dío paso a un nuevo amanecer.
En la meditación matutina, contemplaba las montañas y daba las gracias por poder ver más allá de ellas, por limpiar mi mirada que es la única imperfecta.
Deseaba soltar, limpiar, sanar, porque sabía que en mi interior está la clave, en mi forma de pensar y de percibir la realidad.
Me pasé la mañana llorando, a penas comí ( para lo que me gusta habitualmente ) y cantaba al aire el mantra "Sa ta na ma" con el deseo de limpiar y renovar.
Estas palabras son las únicas que he escrito en toda mi estancia:
Brotan lágrimas
Los párpados caen
Y al abrirse
Una nueva mirada emerge
El día fué transcurriendo con tranquilidad, de hecho, en esa tarde fué cuando experimenté mi caminata serena y de gran distancia.
El tiempo curiosamente fue cambiando desde mi llegada. desde calor hasta fresco muy considerable, y en esa noche, la última, otro regalo nos deleitó.
Comenzó a llover, algo que Juan no recuerda haber vivivdo nunca en pleno agosto.
Era una lluvia serena, suave, agradable, iba empapando el lugar, mojando nuestras mejillas, limpiando nuestro ser, alimentando la tierra que desprendía un agradable olor a mojada, llenando de vida los olivos, las flores ... y nuestros corazones.
Una llovizna que duró horas y que dío paso a un nuevo amanecer.
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