Tras unos días de retiro, comparto mis reflexiones
Vivimos deprisa
Noté esto con claridad y al parecer no me sucedía solo a mi, es habitual en todo el que llega.
El primer día me leí un libro del tirón en la siesta, me fuí de ruta y andé como si estuviera de caminata deportiva. Tenía prisa, ansias de todo, mi ritmo era acelerado, lo cual parece normal en "la ciudad" donde estamos acostumbrados a ir corriendo a muchos lugares y hacer muchas cosas y, si es a la vez, mejor.
Recuerdo que el segundo día salimos Juan y yo a caminar, ese día me acompañó y no tardó en ser "desesperante" para mi. Se paraba cada dos por tres para "deleitarse" con el paisaje, hablarme con atención, ... iba lento, muy lento para mi gusto, pues yo parecía preparada para correr los 100 metros lisos !!!.
"Ay Luz, el secreto no es correr. En la montaña hay que caminar con tranquilidad, sólo así llegarás lejos. Además, mira bien donde pisas o no tardarás en resbalarte".
Tomé nota y el tercer día, me fuí sola con la perrita Karma y hasta Juan se sorprendió de todo lo que yo andé. Me propuse ir atenta al camino, sin escuchar música, pendiente de la respiración, observando lo que me rodeaba y con un paso sin pausa pero tranquilo. Llegué lejos, muy lejos y no me cansé.
Puedo aplicar esta experiencia en muchas cosas de mi vida aquií, del día a día, incluso de cómo vivir la propia vida.
Llevo un tiempo con la sensación de haber tenido tanta prisa que me he comido la vida a bocados, especialmente en el área sentimental. A veces te atragantas, otras te caes rapidamente, en la mayoría no te enteras ni ves porque no prestas atención.... siempre enfocada en el resultado, olvidando disfrutar del paisaje y del recorrido.
Doy gracias porque hace un tiempo empecé a parar, echar freno. Algunos lo llamaría madurar. Yo lo llamo, estar más atenta, más tranquila y saborear más cada momento de la vida, que es único, sin pensar en la meta.
Noté esto con claridad y al parecer no me sucedía solo a mi, es habitual en todo el que llega.
El primer día me leí un libro del tirón en la siesta, me fuí de ruta y andé como si estuviera de caminata deportiva. Tenía prisa, ansias de todo, mi ritmo era acelerado, lo cual parece normal en "la ciudad" donde estamos acostumbrados a ir corriendo a muchos lugares y hacer muchas cosas y, si es a la vez, mejor.
Recuerdo que el segundo día salimos Juan y yo a caminar, ese día me acompañó y no tardó en ser "desesperante" para mi. Se paraba cada dos por tres para "deleitarse" con el paisaje, hablarme con atención, ... iba lento, muy lento para mi gusto, pues yo parecía preparada para correr los 100 metros lisos !!!.
"Ay Luz, el secreto no es correr. En la montaña hay que caminar con tranquilidad, sólo así llegarás lejos. Además, mira bien donde pisas o no tardarás en resbalarte".
Tomé nota y el tercer día, me fuí sola con la perrita Karma y hasta Juan se sorprendió de todo lo que yo andé. Me propuse ir atenta al camino, sin escuchar música, pendiente de la respiración, observando lo que me rodeaba y con un paso sin pausa pero tranquilo. Llegué lejos, muy lejos y no me cansé.
Puedo aplicar esta experiencia en muchas cosas de mi vida aquií, del día a día, incluso de cómo vivir la propia vida.
Llevo un tiempo con la sensación de haber tenido tanta prisa que me he comido la vida a bocados, especialmente en el área sentimental. A veces te atragantas, otras te caes rapidamente, en la mayoría no te enteras ni ves porque no prestas atención.... siempre enfocada en el resultado, olvidando disfrutar del paisaje y del recorrido.
Doy gracias porque hace un tiempo empecé a parar, echar freno. Algunos lo llamaría madurar. Yo lo llamo, estar más atenta, más tranquila y saborear más cada momento de la vida, que es único, sin pensar en la meta.
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